Hace frío y la gente cubre su rostro crispado por la soledad en una bufanda, decididos cambien a usar una máscara interna para estar presentables en la sociedad, ocultando lo que realmente es y lo que realmente piensa. El viento te susurra incoherencias y te recuerda aquella madrugada, que es un punto de partida y de comienzo, una similitud entre los borrachos y los insomnes. Viento frío, como los corazones que son casi incapaces de sentir siquiera lástima por el niño que vive debajo de aquel puente. Se me acerca un anciano, que me pide un cigarro para el frío. -No es usual que una señorita fume, y menos de éstos- me dijo mientras extendía la cajetilla de Malboro Blanco. Sólo atiné a asentir y sonreír con delicadeza. No era la primera vez que me decían eso. .......................................................................................................................... .................................................................. ...............................
Por Adriana G. Cortés