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Mostrando las entradas de abril 16, 2012

Predicando el amor

Recuerdo que en una fiesta, Armando me preguntó que si yo engañaría a mi amiga. Puedo ser de lo peor, una pésima hija o un hermana poco solidaria, pero hay códigos de honor que me gusta conservar intactos. “Nunca traicionaría a un amigo, ni siquiera por dinero o por...lo que sea”, dije mientras lo miraba con cara de no-te-me-acerques. “Uy, pues qué aburrida, no que muy canalla”, él frotó su pierna con la mía. Caray, no es lo mismo ser un desmadre que ser una completa ojete. No me inspira confianza. Incluso en una reunión se dejó besar por otro tipo, en la cocina de aquella casa, digna de cualquier nido de ratas, y cuando se dio cuenta que los había visto se sonrojó un poco para luego reírse como imbécil. En corto, minutos más tarde, trató de explicarme que él no era bisexual ni nada parecido. “Conmigo no tienes que justificar nada”, atajé, “es a Marisol a quien estás acostumbrado a rendirle cuentas”. Me suplicó que no le fuera a contar nada a mi amiga. Claro que no le diré nada, “aunqu...