Estos días los he pasado sin tener conciencia de mí misma. O, más bien, teniendo demasiada conciencia de mí misma. Es un estado en el que no estás seguro que eres tú, y te preguntas constantemente cuántos eventos tuvieron que ocurrir para que estuvieses aquí, en este momento, preguntando tantas cosas. Sientes tu presencia de manera fantasmal, mirando todo a traves de un cristal empañado por el tiempo y las lágrimas, aprecias tu figura encorvada, como sin vida, un manchón apenas visible en la línea del tiempo, un grano de arena en la inmensidad de la nada, mirando torpemente los retazos de la misma alma, sin sentir nada, si acaso un ligero pinchazo de dolor en el pecho. Miras a los lados, te preguntas si alguien en alguna parte del mundo, al otro lado, se siente de la misma manera y sólo atinas a esbozar una leve sonrisa carente de sensaciones, como una torpe máquina a la que han tirado a la basutra por tener demasiados desperfectos. Por ser demasiado humana. Apenas sé del amor, ...
Por Adriana G. Cortés