Maldita migraña. Y malditos los celos, en todas sus presentaciones. También malditas sean las rutinas que entumen tus pasos. Seamos francos con nosotros mismos, no nos engañemos: cada día damos un paso hacia el cadalso, hacia la tumba, sin dejar huella que valga la pena. Y aún así nos atrevemos a ar por muertos los sueños. Malditos los días en que salimos a la calle con ánimos de pelea, como si alguien nos la debiera. Siete de la mañana. Ni ganas de levantarse y planchar las alas. Para qué volar si nada más con abrir los ojos sientes la mirada fatigada. Hoy no estás de humor para soportar a la gente en el subterráneo, a tus compañeros de trabajo, a tu padre neurótico, a tu madre abnegada, a los chóferes esquizofrénicos, a toda esa gente que tiene la decepción pintada en la cara. ¿No te parece una locura salir a la calle para darte cuenta una vez más que todos quieren comprar tu alma o venderte la suya con ganas de estafarte? Pero qué es la locura, qué la suerte, qué s...
Por Adriana G. Cortés