Me senté en el primer lugar vacío que vi en el transporte. La dureza del cuero me lastimaba la espalda y busque una posición cómoda. Tan ensismada estaba que no note que al lado opuesto había un chico. Pero no cualquier chico. Cabeceaba como muñeco de trapo, con peligro de caerse de un momento a otro y aferrándose a una botella de Brandy vacía. Note cierto airecillo familiar en el, pero no hice nada mas que observarlo moverse al ritmo de los tumbos de camión. De pronto, quizá intimidado o extrañado, volvió el rostro a donde yo estaba. Y entonces supe que no lo olvidaría jamas. Tenia una expresión dulce, incluso era guapo, con unos enormes ojos almendrados sombreados por las ojeras de una noche sin sueño y una expresion perdida, desamparada. Era alto, sin duda, mas alto que yo y con el cabello negro y muy rizado. De tez blanca, no debia tener m...
Por Adriana G. Cortés