Recuerdo casi con nostalgia, a pesar de haber sido hoy, la visión de su espalda desnuda, acariciando las teclas del piano que tenía frente a sí, ignorando los ruidos de la ciudad y sólo concentrado en tocar aquella melodía que me producía un nudo en la garganta. De arriba hacia abajo, acariciaba la espalda de mi pianista extasiada por la tersura de su piel y embriagada también por los acordes que salía de aquel piano. Podía quedarme horas sin moverme sólo mirándolo tocar, tenia una gracia infinita en la manera de mover los dedos y crear armonías. Sin embargo, su hábito de soñador a veces no concordaba demasiado con mi manera literal de ver las cosas, y aunque él decía quererme demasiado, lo nuestro sencillamente no funcionó. A pesar de tener una química casi perfecta. A pesar de nuestros gustos tan similares y diferentes. A pesar de todo, un día un ente del pasado ensombreció sus canciones y dijo que sencillamente no podía lastimarme más. Un día simplemente se ale...
Por Adriana G. Cortés