El dístico de una promesa, en forma de mensaje de texto, sonó. Eran pasadas las cuatro de la madrugada, y entre un borbotón de emociones, despertó. Cansado, harto, delirante, emprendió una travesía para encontrar el amor, quizá un desvelo, una sonrisa que le pudieran acarrear una vida menos bohemia, un poco más apegada a la realidad, un poco más cercana a las estrellas que tanto le gustaba apreciar. Mirando el cielo, nuestro joven poeta se deslizo entre las sábanas para buscar algo a lo que abrazarse, quizá a su soledad, quizá a las sombras del viento frío, que a esa hora helaban la ciudad. Cínico, frívolo, seductor, va en busca de alguna fémina, cuya dulzura sea capaz de despertar su voluptuosidad y vehemencia, digna de ser receptáculo de sus emociones y tintes teatrales. De bar en bar, inicia su búsqueda implacable, tras esos seres de labios carnosos que siempre han sido su debilidad. Sin embargo, en cada par de ojos que posa la mirada, ve el vacío, la nada, quizá fruto de sus enso...
Por Adriana G. Cortés