“¿Ya vieron la última película de Derbez? Está de pelos, deberían darle un Oscar al weeey, mínimo”, dice un imbécil que está sentado junto a mi mesa y es inevitable voltear a verlo con inmediatas ganas de ahorcarlo con su propia corbata. Sus cuates, igualmente trajeados y con zapatos cuyo precio equivale al sueldo mensual de una afanadora, parecen estar de acuerdo. En ese instante me dan ganas de decirle que el día que Derbez gane un Oscar será una señal inequívoca del Apocalipsis, pero estoy segura que tardaría media hora en reflexionar y captar el sarcasmo. Estoy rodeada de estúpidos que hablan de coches, dinero y viejas, pendejos infieles, sexo y viejas, pendejos infieles. fútbol y viejas, drogas y viejas... así que soy presa de un ataque de ansiedad, como si en cualquier momento me fuera a parar y mentarle la madre a todo mundo, pero hago un esfuerzo y afortunadamente en ese momento entra Adrián y gira la cabeza buscándome hasta que me mira, sonríe y saluda con la mano de mane...
Por Adriana G. Cortés