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Infancia desvalida

Hay un casette donde está grabado un momento de mi infancia, que yo no recuerdo pero que hoy, por alguna razón, mi padre insistió en poner. Es simple, no es ninguna graciosada infantil, ni mis primeras palabras, ni mis primeros pasos. En la imagen sólo se ve una niña con sonrisa triste, ojos marrones demasiado asustados por el extraño objeto que tiene enfrente, sonrosadas mejillas y cabello rizado. Nada en especial. Parece ser que estamos en una casa desconocida, posiblemente una de mis tantos parientes, donde mi difunto abuelo me cargaba. La única palabra que dije en todo el video fue "casa". Quiero ir a casa. Y la niña de la imagen señalaba con su puñito al oeste. Todos celebraron esta palabra, excepto la chiquilla, que miraba con ojos brillantes, esperando que la devolvieran a su lugar de origen.
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Hay un punto exacto para cada cosa. El punto de ebullición de cualquier sustancia, el punto exacto de un problema...y un punto álgido donde nada puede empeorar. La persona cínica que quise ocultar por algún tiempo para no herir a la gente se cansó de esperar una resolución. No he sonreído, llorado, sentido miedo, ni estres. Me he creado una fortaleza alejada de todo. Cuando ví el video de mi infancia casi guardada en un enorme baúl, reconocí en los ojos asustados un poco de lo que siento ahora: la desesperación de ir a alguna parte, donde sea, como sea, dónde sentirme cómoda, sin ese cansancio de actriz harta de su papel, donde pueda evadirme de todo. Mi etapa de ser consumida por las resacas ya pasó hace tiempo. Ahora me enfrento a la chica del espejo que me observa, sigilosa, esperando algún movimiento traicionero, alguna mirada de más. Pero nada. Ella y yo sabemos que las noches en vela no valen la pena por que no son en honor a nadie. Ojos muertos, casi pagando su pasaporte a algún lugar. No sé cuando empecé así, pero quizá desde que era niña. Por que, de alguna manera, los ojos de la chiquilla siguen siendo míos.

                                                       

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