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Aromas

Te escuché suspirar en sueños mientras me envolvias con tu cuerpo cálido y metías tu cabeza en mi pecho. Desperté totalmente, alerta, como una gacela olfateando en el aire el aroma del lobo; es cierto que los viejos hábitos toman tiempo en dejarse. Estaba acostumbrada a algo totalmente diferente pero similar al mismo tiempo, y eran otros brazos y otro aroma el que me envolvía, era otra sensación y un tiempo que ahora me parece lejano. Todavía soy reacia a admitirte a pesar que eres ya un invitado de honor dentro de esta amalgama de sensaciones, es poco más mi total desdén por cualquier cosa que signifique vulnerabilidad. Sin embargo, tus manos fuertes, cálidas, al rededor de mi cintura, buscando de forma juguetona bajo la blusa me hacen sentir pequeña, como una piedrecilla arrojada al mar, maravillada por la fauna marina a pesar de no darse cuenta que se hunde y se hunde más. Sin embargo, me siento protegida, tu aroma me envuelve. ¿Es almizcle? no, creo que es vainilla. Así como tu piel, y un poco de canela, el color de tus ojos. Aprecio también el ébano de tu cabello, y los frutos rojos de tus labios, todos aromas exquisitos que siento en la punta de la lengua.

Te das la vuelta y me regalas la maravillosa visión de tu espalda desnuda, solo puedo acercarme y abrazarte por detrás para aspirar todo su aroma. Sabes que siempre he tenido buen olfato. ¿Madera? pienso mientras con los dedos dibujo surcos sobre tu piel. He debido hablar en voz alta por qué inmediatamente volteas, adormilado, mirándome de esa manera en la que me haces sentir tan vulnerable. Me susurras "hola", juguetón. Acaricio tu rostro y pienso ¿es acaso acre, miel? no, forastera. Es amor.

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