Ir al contenido principal

Donde habita el olvido II

Una vez me contó
Un amigo común que la vió
Donde habita el olvido.


No sé a donde irá. No sé donde estará, ni que está pensando. ¿A quién te refieres? Pregunto a mi subconsiente. A ambos, respondo. Mi pianista está fuera de casa, por algunas horas que me parecn décadas. Me digo a mi misma que debo dejarlo ser, debo dejarle vivir la vida, pero esta necesidad de él me embriaga de una manera que no soy capaz de discernir. Hay una botella de ron en la alacena y me sirvo un trago. "para calmarme" me digo a mí misma. De ése le siguen varios más y una cerveza. No soy una alcohólica pero esta nostalgia, quizá, este sentimiento sin nombre, me agobia. No has estado más fuera que unas horas y siento que ha sido toda un vida. ¿Estoy enferma? No lo sé.

-------------------------------------
--------------------
-------------
-------

Han pasado ya algunos ayeres desde mi época adolescente. No soy una anciana pero tampoco una niña. Mi actitud infantil sigue latente y lo seguirá, hasta que muera o pierda la esperanza en lo que soy, lo que pase primero. Lo segundo me da pavor, si pierdo esto, si me pierdo a mí, habré perdido todo. Envío un mensaje y la contestación parece diferente. ¿Que ha pasado? me pregunto. Has madurado, ya no eres el niñito que conocí en la preparatoria. Has sufrido más de lo que cualquiera pudo haber sufrido, has visto, hecho y probado probablemente más. Juntos hemos pasado cosas horribles, sin más sostén que el otro, y sin embargo, ahora eso parece más distante que la época medieval...todo parece confuso, difuso, como ilminado apenas con las sombras borrosas del recuerdo. Ya no eres el mismo, lo sé, ni yo tampoco, pero tu distancia me hace pensar que hay algo más. ¿Es que vas a morir? ¿es que tu enfermedad ha avanzado más y posiblemente no puedas verme? No seas un cobarde de nuevo, te digo cariñosamente en mi silencio. No vuelvas a negarnos la oportunidad de estar aunque sea un mes, dos semanas o un día juntos.

La pupila archivó
Un semaforo en rojo, ua mochila, un Peugeot
Y aquellos ojos miopes

Lo que fue, ya ha sido, te oigo decir, con esa sonrisa retorcida y tus ojos morenios entornándose cuando digo algo tonto, no vale la pena martirizarse. Lo bueno de los recuerdos, continúas, es que nos enseñan a no cometer errores dos veces. Noto que bebes lentamente un vaso de espumosa cerveza y enciendes un cigarrilo. Aspiras la primera bocanada y desapareces. Cabrón, susurro entre hipando y sollozando. Algo ha cambiado. Hemos cambiado. No somos más un par de adolescentes aventureros en un festival de mala muerte. Qué daría yo por volver a serlo.

--------------------------------
----------------
-----------
---------
---

Y la vida siguió, como siguen las cosas que no tiene mucho sentido.


Anelaba la independencia. Que mejor que compartida. Sin embargo, empiezo a pensar que la soledad es lo que mejor me va.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

La teoria politica de los Fruti Lupis y la revolucion de Sam el Tucan

Ayer en la noche mis hermanos Alex, Mateo y yo estabamos alimentándonos sanamente con mi vicio de los fruti lupis. Entonces nos preguntábamos si es que alguna vez habían existido los fruti lupis o si todo era producto de un delirio colectivo del pueblo mexicano. "El otro día pensaba en esto tambien" -comentaba Alex- "y supongo que debe haber una prueba de que habían existido, algo asi como que hubiera una caja, por ahí, que dijera así: Fruti Lupis". Al principio yo había dudado de mi memoria, seguro que todo era porque así escuchaba que decían los adultos cuando era chica. Digo, todavía no sabía leer (y mucho menos en inglés) cuando empecé a comer cereales coloridos y ultra azucarados. La cosa es que cuando Alex mencionó la palabra "caja" de repente un foquito se me prendio,  ¿ quien decia que no habia ninguna pinche caja de Fruti Lupis?. Sí....en algún momento, tal vez, sólo tal vez, existió una caja que decía Fruti Lupis. Pensemos bien. Todavía te cre

El joven de ojos canela.

Grandes y asustados, la miraban. Era un par de ojos imposibles de olvidar; dulces y oscuros como caoba. que parecían encerrar secretos que ella quería descubrir. Diez botellas vacías de cerveza al rededor del cuarto de hotel, música que alguno de los dos (quién sabe en qué punto de la velada) se dió el tiempo a poner. Conforme el hombre se fue acercando, mil imágenes la asaltaron: la traición, el dolor que ella conocía bien no quería infringirlo. Sin embargo, Café Tacuba canta para ella: "tú mañana ya te fuiste/pero antes me dijiste 'el futuro es hoy'". Y sin pensarlo demasiado probó con ansias los suaves labios rosas que ofrecían una dulzura y un embrujo tales que, un trío de cervezas más tarde, ella comprobaría entre besos y sábanas: un mar entero de emociones no todas negativas. La mañana llegó, y con ello la resaca. El joven de ojos canela miró con devoción el cuerpo desnudo que yacía a su lado y lo besó con tanta ternura como la noche anterior, antes que cayeran

Comercio con almas

“En el verano de 1980, Zana Muhsen, adolescente de quince años de edad, se preparaba para las que iban a ser las vacaciones mas excitantes de su vida. Viajaba con unos amigos de su padre que la habían invitad o a su casa. Era la primera vez que cogía u n avión  e iba a conocer Yemen, el país de su padre. Ella solo conocía Birmingham, su ciudad. A  pesar de sentirse inglesa de pies a cabeza, ansiaba conocer ese maravilloso país que su padre tantas veces le había descrito: la belleza de sus paisajes, las tr avesías por el desierto a lomos de un  camello, las casas encaramadas en los acantilados, la arena dorada, las palmeras, el sol, el mar intensamente azul… ¡incluso iba a poder cabalgar, a  pelo, a lomos de un caballo! Su hermana menor, Nadia, también viajaba a Yemen, pero lo  haría unos días después. . El tra ye ct o fue agotador: varias horas de avión con una escala interminabl e en Damasco, despu é s, otra larga espera y otro avión más y, finalmente, un Land Rover alquilado hast