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Una primavera pasada

El dístico de una promesa, en forma de mensaje de texto, sonó. Eran pasadas las cuatro de la madrugada, y entre un borbotón de emociones, despertó. Cansado, harto, delirante, emprendió una travesía para encontrar el amor, quizá un desvelo, una sonrisa que le pudieran acarrear una vida menos bohemia, un poco más apegada a la realidad, un poco más cercana a las estrellas que tanto le gustaba apreciar. Mirando el cielo, nuestro joven poeta se deslizo entre las sábanas para buscar algo a lo que abrazarse, quizá a su soledad, quizá a las sombras del viento frío, que a esa hora helaban la ciudad.

Cínico, frívolo, seductor, va en busca de alguna fémina, cuya dulzura sea capaz de despertar su voluptuosidad y vehemencia, digna de ser receptáculo de sus emociones y tintes teatrales. De bar en bar, inicia su búsqueda implacable, tras esos seres de labios carnosos que siempre han sido su debilidad. Sin embargo, en cada par de ojos que posa la mirada, ve el vacío, la nada, quizá fruto de sus ensoñaciones o alucinaciones bárbaras, cada par de senos, cada par de brazos le parece lánguidos, sin vida. Harto, va de luna en luna buscando en perdón de un ser imaginario donde posa sus desdichas, sin embargo, una extraña aparción, distante, una figura femenina más o menos huraña, llamada Soledad, le mira a los ojos. El hombre alzá los ojos morenos mientras la dama se acerca a él. Soledad. Qué hermoso nombre, el nombre de una Diosa, una alabanza al ser supremo, una lágrima disfrazada de poesía onírica... oh, joven poeta. ¿qué te depara la vida? ¿seguirás haciendo lo que te apasiona? ¿o sucumbirás a los placeres carnales y descuidarás esas flores de color magenta que tanto te gustan? ¿qué harás en tus ratos libres, bebiendo esa copa de ron? El cigarrillo en tus labios parece guardar un secreto, mencionar un nombre. ¿Qué clase de sueños le cuentas a ése vaso de licor?

¡Oh, Soledad, la amante inoportuna! Cuenta con las estrellas las lágrimas de este joven seductor...mira hacia delante su sendero, sus ojos, sus manos, la curvatura de sus labios...joven poeta, descíbrete a tí mismo, y no dejes de ser tú. No te pierdas. No dejes que el cigarrillo deje las cenizas en tus labios, límpiate y anda hacia delante.

 La tez blanca del joven se sonrojó por un minuto y se incorporó. Su andar despistado delataba una sombra de duda en los hermosos ojos ocre, y aquella dama le tomo del brazo. "De veras ven" le dijo, "Huye conmigo y olvidáte del resto". El joven, con una sonrísa cínica, expuso:. "¿Para qué?", inquirió, "...si el bar no cierra aún"

Filósofo de estación, Adonis de exuberancias, rostro de marfil...¿Alguna vez Soledad te ha llamado?



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