Salvador siempre ha sido un tipo más bien déspota, orgulloso y con un humor muy ácido. Catalogado como un sujeto prepotente y cínico, ha sido mi acompañante durante todos estos años, en los cuales los cambios han hecho estragos en mi vida y los sentimientos florecientes no le dan tiempo de pestañear. Mi sensibilidad a veces le choca, encuentra mis chistes pésimos y me considera una niña a pesar de haber crecido juntos y tener exactamente la misma edad, sin embargo, en sus ojos, observándome siempre de manera crítica, puedo ver que además del orgullo que profesa, hay hacia mí un cariño de veras sincero. Me sobreprotege demasiado, al grado de detestar a cualquier persona que se me acerca, mirándolas siempre con ese aire intimidante que a la gente le resulta altamente irresistible y terminan acercándose tan sólo para hablar con él. Su protección a es la que se le da a una hermana, a una amiga o a veces sus celos son tan grandes que son como los que se profesan a una amante. Salvador ha sido así desde siempre, con esos cabellos rizados y sus ojos castaños fríos, inexpresivos, me miran desde el espejo, y a veces hasta soy capaz de visualizar su figura esbelta, apenas un poco más alta que yo. Reconozco en sus fracciones la desaprobación que siente cuando me dejo llevar demasiado por mis emociones humanas, incluso "Chava" ha llegado a odiar en más de una ocasión a mi pianista. Sin embargo, es un tipo muy legal, muy cabal y con palabra. Siempre cumple sus promesas -una de ellas es permanecer conmigo- y además, es confiable. Siempre puedo contar con que estará ahí, cambiando esa mirada fría por una casi de hospitalidad y cariño, hablándome siempre con la verdad. Él siempre ha sido mi guía, mi mentor, y a veces, puedo decirlo, siento que soy su esclava, que me domina por completo y yo me someto su dulce autoridad. Sin embargo, lo amo. Lo amo profundamente y estoy segura de que él tambipen me ama, pues es el único que conoce todas mis debilidades y mis fortalezas, por lo que se niega a que yo solicite ayuda de alguien. "Bien sabes que puedes arreglártelas sola", me dice a cada momento.
Y justo hace unos días, me he encontrado con Salvador en la calle. Caminando de frente pensando en la nada, entré en una tienda de cristales. En el aparador, estaban aquellos ojos marrones fríos e inexpresivos, que me miraban como queriéndome intimidar. Volví la vista y vi su reflejo.
Salvador estaba siempre conmigo. Salvador era yo.
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