"Estás haciendo algo que no quieres" dijo la voz. Y en parte era razón, por que en un vago intento de tratar algo nuevo, algún sentimiento quizá, algo que me recordara que era más o menos humana, quizá de forma desesperada, quise hacer feliz a alguien que no fuera yo misma. Tremendo error, por que ese tipo de altruismo hecho migajas nunca va bien a nadie, sobre todo cuando la cima de los problemas es una persona en concreto e, inclusive, tú mismo. Y esa voz seguía sonando en mi cabeza, mientras le decía "todo-va-bien" a aquel ex novio borracho que trataba de que le dijera que lo extrañaba o algo así. Así, como el soundtrack de una película absurda, donde la actriz principal arroja su libreto, repleto de frases falsas, cosas que no siente, al armario del camerino, para tararear después las estrofas de Joaquín Sabina: "Si alguna vez he dado más de lo que tengo/ me han dado algunas veces más de lo que doy/ se me ha olvidado ya el lugar de donde vengo/ y puede que no exista el sitio a donde voy/...También el el infierno llueve sobre mojado, lo sé por que he pasado/ más de una noche ahí..."
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En un papel arrugado ya por el tiempo, con aroma todavía a presente, estaba garabateado con plumón indeleble: "Nunca Cambies". Aquella postal, escrita con una caligrafía inconfundible, hizo saltar, como en una escena de película, mil y un imágenes de lo que ella me mostró. A aquella chica realmente jamás le ha importado si cambié o no, si soy mejor o peor. A pesar de mi cinismo, de mi apatía sobrecargada, nunca me negó un rato juntas. Y quizá en un ataque de "autosuficiencia", de acritud, de retracción, la he dejado de frecuentar como antes, demasiado encerrada en mí misma. El pacto con tinta indeleble, como el plumón con el que está escrita la frase sobre el cuaderno de apuntes que ella escribió para mí, sigue latente, como antes, como ayer, como siempre.
A la misma chica que me mostró que al menos, no todo el mundo era una mierda, que se podía ser sensible sin mostrar debilidad, que uno tiene el derecho de amar, ser amado, reír y llorar, sea de alegría o tristeza, que se vive sólo una vez y que las emociones se viven, no se explican, le debo mis expectativas, mis gustos, los pocos anhelos que pude crear, las pocas emociones que llegué a experimentar, el miedo, la risa, la paz...le debo algunos consejos, un par de tragedias, un guiño de complicidad, una malteada, un mokaccino en su calle, unas tostadas, un tropiezo, una sacudida, un error, una sonrisa, un adiós, un hasta luego, un hola, una metáfora...y es que no, no hay metáforas suficientes para hacerle ver y entender a mi manera cuánto la quiero, cuán le agradezco todo, por que es irreverente, por que es orgullosa, altanera y vanidosa...pero ella es mi mentora, me ha apadrinado en los mejores y peores momentos, por que compartir con ella la amistad es como un regalo de aquellos dioses bipolares que nos gobiernan, un arrullo, una canción estruendosa que nadie entiende, un código secreto...un recadito en clase, escrito con plumón indeleble "Nunca cambies". Oh, rompí esa promesa. Cambié, si, quizá para peor, pero algo sí no ha cambiado: Mi gratitud, mi cariño y mi agradecimiento. Sé que no he cultivado esto como debiera, quizá he sido muy egoísta, muy altanera o muy miserable. Y tú has sido, por mucho, la amiga y la hermana que siempre he querido tener. ¿Recuerdas, pues, que hablé de un contrato indeleble? Ha desaparecido, y se ha convertido en un lazo de esos imposibles de romper. Mil cordeles. Entonces, la voz que decía "Estás haciendo algo que no quieres" se vuelve para agregar "...pero que es algo necesario"
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En un papel arrugado ya por el tiempo, con aroma todavía a presente, estaba garabateado con plumón indeleble: "Nunca Cambies". Aquella postal, escrita con una caligrafía inconfundible, hizo saltar, como en una escena de película, mil y un imágenes de lo que ella me mostró. A aquella chica realmente jamás le ha importado si cambié o no, si soy mejor o peor. A pesar de mi cinismo, de mi apatía sobrecargada, nunca me negó un rato juntas. Y quizá en un ataque de "autosuficiencia", de acritud, de retracción, la he dejado de frecuentar como antes, demasiado encerrada en mí misma. El pacto con tinta indeleble, como el plumón con el que está escrita la frase sobre el cuaderno de apuntes que ella escribió para mí, sigue latente, como antes, como ayer, como siempre.
A la misma chica que me mostró que al menos, no todo el mundo era una mierda, que se podía ser sensible sin mostrar debilidad, que uno tiene el derecho de amar, ser amado, reír y llorar, sea de alegría o tristeza, que se vive sólo una vez y que las emociones se viven, no se explican, le debo mis expectativas, mis gustos, los pocos anhelos que pude crear, las pocas emociones que llegué a experimentar, el miedo, la risa, la paz...le debo algunos consejos, un par de tragedias, un guiño de complicidad, una malteada, un mokaccino en su calle, unas tostadas, un tropiezo, una sacudida, un error, una sonrisa, un adiós, un hasta luego, un hola, una metáfora...y es que no, no hay metáforas suficientes para hacerle ver y entender a mi manera cuánto la quiero, cuán le agradezco todo, por que es irreverente, por que es orgullosa, altanera y vanidosa...pero ella es mi mentora, me ha apadrinado en los mejores y peores momentos, por que compartir con ella la amistad es como un regalo de aquellos dioses bipolares que nos gobiernan, un arrullo, una canción estruendosa que nadie entiende, un código secreto...un recadito en clase, escrito con plumón indeleble "Nunca cambies". Oh, rompí esa promesa. Cambié, si, quizá para peor, pero algo sí no ha cambiado: Mi gratitud, mi cariño y mi agradecimiento. Sé que no he cultivado esto como debiera, quizá he sido muy egoísta, muy altanera o muy miserable. Y tú has sido, por mucho, la amiga y la hermana que siempre he querido tener. ¿Recuerdas, pues, que hablé de un contrato indeleble? Ha desaparecido, y se ha convertido en un lazo de esos imposibles de romper. Mil cordeles. Entonces, la voz que decía "Estás haciendo algo que no quieres" se vuelve para agregar "...pero que es algo necesario"
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