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En algún cajón olvidado

Hay cerca de cuatro personas con las que simplemente no puedo ser tan ojete como con las demás. Una de ellas, Rico, mi mejor amiga, mi madre, quien sea la causa de mis sonrisas estúpidas, y finalmente yo misma. En alguna parte de mi memoria están archivadas algunas de las cosas por las cuales nunca llegué a ser una chica común, quizá fue ser la menor de seis hermanos varones, quizá fueron las penas que tuve que pasar, quizá fue el hecho de vivir en un lado y en otro, quizá fue mi poca necesidad de afecto. Pero estas cuatro partes importantes en mi vida son más que suficientes. Cualquier otra persona ya se habría vuelto loca de la soledad, y tal vez ese sea el problema, que estoy soportando demasiado.

En alguna ocasión tuve la oportunidad de tener más amigos y ser popular, pero nunca me han gustado los tumultos ni tampoco seguir al grupito de plásticas de las escuela, ni hacer cosas que vayan contra mis ideales. Y por eso siempre fui solitaria, ni siquiera conozco los nombres de mis compañeros de salón. Y con lo fácil que es hacer amigos....
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 Me senté a esperarlo durante cinco minutos. Nunca me ha gustado llegar temprano ni esperar precisamente por que no tengo paciencia. Pero a este tipo estaba dispuesta a esperarlo media hora si era necesario. Y cuando lo ví llegar esbocé una sonrisa como diciendo "ya era hora". Me dió un rápido beso en la mejilla y ambos reparamos en la pareja de ancianos que nos observaba. Me recordaban un poco a mis abuelos, y en algún cajón olvidado en mis recuerdos surgió, como una postal olvidada, un violín tocando a toda prisa "Cielito Lindo". El recuerdo de mi infancia apenas iniciada me hizo sonreír. Él me miraba con aire diciplicente, como diciendo "Que te pasa". Sólo me limité a mirarlo y a decirle que recordar lo que te hizo feliz en el pasado te hace menos infeliz en el presente.

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