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Como el seguro social

 Una enfermera con faz inexpresiva y un par de ojos duros, sombreados con ojeras lilas que le dan un aspecto casi inhumano, camina arrastrando los pies. Esta exhausta, pero hace un anuncio final a una de las tantas familias esperando una noticia de un familiar.
-Hicimos todo lo posible- dice con la sensibilidad de un carnicero- lo siento, ha fallecido.
El grupo de personas rompe en llanto y ella los observa, impasible, musita "lo siento" otra vez y se da la media vuelta. Su profesión la ha hecho de corazón duro, insensible ante las tragedias en su trabajo y en la calle. Para ella da lo mismo que llegue un herido al hospital donde trabaja a que hayan encontrado otro cuerpo en algún estado del país.

Como en el seguro social, las calles son igual de frías, inexpresivas y llenas de fantasmas mentales que hacen la estancia poco menos que miserable. Como enfermeras cansadas de su trabajo, que han olvidado la empatia para no recibir los golpes de forma directa, actuando como autómatas mientras el transporte se demora, mientras hacemos fila en el supermercado, como si la vida fuera una sala de espera sin esperanza y esperáramos la noticia de que nuestra alma ya esta embargada.

Hemos sido educados para aguantar, memorizar, sentarse y callarse. Las mujeres crecen con el sueno del hombre que las llevara al altar y les dará vida de reina. Los hombres con que encontraran un trabajo de ejecutivo bien pagado. Nadie sueña  nada mas, pero esta bien, asi seremos mas manipulables. Y si piensas en esto detalladamente, seras menos miserable, acaso menos pendejo. Y como dice Andres Calamaro:

Un amigo sale poco de su casa
Tiene razón
Allá fuera todo el mundo esta armado
De este lado
Tengo el corazón
Mi sierra eléctrica
No cierra los feriados

                                    



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