Me despierto con ganas de un cigarrillo y miro el reloj. Son mas de las diez. Y recuerdo entonces que le prometí a Mafer que iría a verla y a tomarme una foto con ella, y a Gaby verla disfrazada de Caperucita Roja. Carajo, a quien se le ocurrían este tipo de festividades? La escuela se caracterizaba por su "excelencia académica" y también por sus celebraciones poco mas que excéntricas dignas de un colegio gringo. Y Halloween no podía pasar desapercibido
Llego a la escuela, animada como funeral de carcelero, mirando los disfraces tan extraños de mis compañeros y oliendo con frunción un conocido aroma a copal. Cinco minutos después Gaby aparece invitándome a una fiesta en compañía de Jonnhy Bravo y sus secuaces y compañeras de clase de ella.
-Vamos a una fiesta. No acepto un "no" por respuesta- dijo tan animosa como de costumbre. Lo que trajo a mi memoria lo que hacia casi un año era yo y las sobras que habían quedado de aquella muchachilla irresponsable
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-Creo que por aquí era la fiesta- murmuro Miauch sacando el arrugado pedazo de papel donde estaba garabateado el croquis. Rico y yo nos miramos con la misma emocion: nuestras sonrisas delataban lo bien que nos la pasábamos dejando que nos guiara de manera torpe por los barrios de Xochimilco, que ella desconocía. De vez en cuando algun anciano miraba con extrañeza nuestros pobres disfraces de gato. Era la primera peda a la que asistíamos con Miauch, cuyo nombre es Ivonne, aunque todos la conocen por su apodo, por ser una vale madres y una ebria de las peores, capaz de tomarse un alcohol de farmacia con Coca-Cola. Rico y yo íbamos con ella mas para molestarla que por que nos encantara su compañia. Ademas, "alcohol gratis nunca se desperdicia" era nuestra frase favorita.
-Trae- dije desesperada. Conocía esos barrios como la palma de mi mano y llegamos en menos de cinco minutos a aquel nido de ratas. Una especie de vecindad, con la entrada medio tapada con un plástico negro y el aroma a vodka barato que salia hasta la calle.
-Bienvenidas- dijo un tipo, que supe después se llamaba Armando, mirándonos como si fuéramos mercancia. En ese entonces era todavía mas peleonera que ahora, pero me limite solo a mirarlo como si lo fuera a asesinar en ese mismo instante. El tipo pareció intimidado, nos indico la entrada y se aparto de mi, al menos hasta que el alcohol hizo sus efectos
En ese tiempo, no demasiado relativamente pero casi un siglo para mi, era una tipa imbécil. De esas chavas que van de fiesta en fiesta, sin importarle las consecuencias de lo que hacia y lo que no, que veía cada pendejada que hacia cuando estaba borracha como un chiste, pero que jamas termino en la cama con nadie, jamas beso extraños, jamas llego a su casa tomada. No desperdiciaba la oportunidad de beber cuando la ocasión se presentaba, aunque no era alcohólica parecía que el alcohol tenia un placer perverso que hacia que me sintiera relajada. Después, venia la resaca, enemiga de buen vivir e inquilina de los recuerdos que acompañan la soledad de tu recamara cuando recuerdas la noche anterior.
-Nomas esta, Moka...nomas esta- Me decía Armando, silabeando con dificultad, tomando de mi mano y jalandome a la pista de baile improvisada en el centro del patio, con un par de globos de colores opacos para alegrar el lúgubre aspecto del lugar. No eramos mas de veinte, pero el asunto ya se había ambientado y ya había un par de chicas gritando como locas por todo el lugar
-Muchas gracias. Prefiero quedarme aquí- hice ademan de llevarme el vaso de tequila a los labios y el me lo quito de las manos, me tomo de los hombros y me miro de una manera que el considero matadora. El vaho de alcohol barato me envolvió y lo empuje, vaciando el contenido del vaso sobre su camisa.
-Maldito imbécil- susurre, y me fui a la calle con el pretexto de encender un cigarrillo, mirando a la gente que miraba con desaprobación la fiestecilla de adolescentes alocados y ebrios en la casa de sus vecinos. Me sentía algo ambientada pero no lo suficiente para ponerme a bailar de manera ridícula. Encendí cigarrillo tras cigarrillo y debieron ser muchos, por que un rato después Miauch llego a mi lado para avisarme que Rico ya estaba mas que ebria, bailando con el tal Armando. Y cuando entre la vi bailando una canción de quien-sabe-quien con el nuevo miembro del club Borrachos Conocidos.
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Encamine a Musculeitor, a la Princesa y a su séquito hasta la base de taxis y cuando ya no me miraban me escabullí como una ladrona. Tampoco tenia ánimos de fiestas, ahogar mis ánimos en vodka no era ya para mi. Sobre todo cuando a esta corta edad (Por que 17 años me hacen poco mas que una mocosa) las resacas son mas fuertes y no solo físicamente, sino que recuerdas aquella resaca en la que amaneciste en la sala de tu mejor amiga con botellas por todos lados y no recuerdas nada. Aquella resaca en honor a algunos besos que dejaron gusto a despedida. Esos tragos que creíste tus mejores amigos cuando sentias el comiteco en la garganta y que descubriste, a la mañana siguiente que eran los peores consejeros y los asesinos perfectos que mataban poco a poco los escasos ánimos que tenias de sobrevivir. Esa botella de tequila, ese cigarrillo con algún nombre escrito...esos versos pasados de moda, esa balada cursi y austera que te resuena el los tímpanos...esos recuerdos...ya no significan nada para mi. Ni el nombre en el cigarrillo, ni la copa en honor a alguien, ni las baladas insulsas, por que, si, como el titulo lo dice, ya nada es igual. Ya no hay nadie esperándome afuera de la escuela, ya no esta el grupito de ebrios, ya no tengo ganas de alcohol y solo fumo mentolados. Ya no puedo confiar en nadie, ya no hay risas por situaciones estúpidas, ya no puedo ser vale madres. Ya me canse de fingir, de sonreir cuando las resacas interminables me consumen. De levantarme a las tres de la manana con la boca seca con el gusto a cerveza. Ya nada es como antes, cuando aliviaba la cruda con un buen cafecito en compañía de los amigos, o con una nueva dosis de cerveza. Ya nada es igual desde que decidí que la vida era solo un chiste cruel contado por un viejo con aires de grandeza. Y ya nada sera igual cuando simplemente deje de tener en los labios, en el bolsillo de mis viejos jeans y en el polvo en las suelas de mis Converse aquellos ayeres donde la vida solia ser mejor...o peor, pero vista desde un angulo menos tortuoso.
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